Anotaciones FAES 27
Sabíamos vocacional en el sanchismo -empeñado en poner la realidad cabeza abajo- la celebración de las derrotas. Pero no deja de sorprender la ciega tenacidad puesta en el empeño con motivo de los resultados del domingo.
La derrota del ‘bloque de la investidura’ en estas elecciones europeas ha sido incontestable. Más allá de las previsiones fabricadas por un CIS entregado a la intoxicación financiada con dinero público, cuando el Gobierno habla de “expectativas” debería tener en cuenta, antes que nada, las suyas. Cuatro puntos de distancia entre el Partido Popular y el PSOE no son, en absoluto, lo que esperaban los panegiristas de la “remontada”. Eso no hay contorsión retórica que lo disimule. Tampoco que el significado plebiscitario de estas elecciones lo había asumido quien empulseraba a su auditorio con mensajes de free Bego buscando absoluciones por aclamación. Fracaso rotundo; ni rastro de la masiva “movilización de la izquierda” que se nos auguró.
Lo que ha habido es una victoria del PP, que ha pasado de estar doce puntos porcentuales por debajo del PSOE en las europeas de 2019 a sacarle cuatro ahora. Se amplía la brecha desde la anterior victoria en las Generales de 2023 y se consolida el vuelco político en España. La coalición de gobierno pierde, respecto a 2019, nueve puntos (de un 44% a un 35%) y el PP gana catorce (de un 20% a un 34%). Durante esos años, el PSOE ha pasado de ser una referencia nacional a convertirse en escolta auxiliar de formaciones soberanistas. Su crecimiento en Cataluña lo paga en Andalucía, Extremadura o Galicia. Además, su deriva populista toca fondo: el sanchismo es ya un enclave kirchnerista en Europa.
Sánchez podrá seguir presidiendo un Consejo de ministros perfectamente inútil, incapaz de gobernar. Podrá encabezar una coalición negativa, mayoritaria en el Congreso, pero impotente para promulgar otra cosa que no sean contraprestaciones legislativas de un chantaje al que decidió someterse, voluntariamente, allá por 2018. Hoy depende un poco más que ayer, pero menos que mañana, de golpistas que le prestan, por pura conveniencia, respiración asistida. Un Gobierno asfixiado, un Parlamento estrangulado, una Judicatura calumniada y una Prensa amenazada son el saldo más elocuente de un ciclo político al que se le ha acabado el oxígeno. Los españoles hablaron ayer y merecen ser escuchados sin distorsionar su auténtica voz. Han dicho que quieren respirar.