Resulta interesante observar cómo la primera visita de Estado del presidente francés Francoise Hollande a los Estados Unidos se ha convertido en objeto de chismorreos y quebraderos de cabeza protocolarios como consecuencia de su reciente separación de la primera dama francesa. Sin embargo, las noticias del papel couche esconden un debate más profundo sobre una alianza que ha tenido sus altibajos a lo largo del tiempo y que no siempre ha mantenido una sólida salud, como la que ahora ha llevado al presidente estadounidense a otorgar un trato tan deferente al presidente francés, que ha incluido una cena de gala en la Casa Blanca y una visita al hogar del presidente Jefferson.
«Juan Tovar Ruiz es investigador postdoctoral. Universidad Carlos III de Madrid
Resulta interesante observar cómo la primera visita de Estado del presidente francés Francoise Hollande a los Estados Unidos se ha convertido en objeto de chismorreos y quebraderos de cabeza protocolarios como consecuencia de su reciente separación de la primera dama francesa. Sin embargo, las noticias del papel couche esconden un debate más profundo sobre una alianza que ha tenido sus altibajos a lo largo del tiempo y que no siempre ha mantenido una sólida salud, como la que ahora ha llevado al presidente estadounidense a otorgar un trato tan deferente al presidente francés, que ha incluido una cena de gala en la Casa Blanca y una visita al hogar del presidente Jefferson.
Cuando se rememoran las relaciones entre Estados Unidos y Francia, los dos países donde se produjeron las primeras revoluciones de la historia moderna, se puede observar una historia llena de altibajos con destacados episodios como la compra de Luisiana por Jefferson, las tensiones derivadas de la intervención de Napoleón III en México, su posicionamiento en la Guerra Civil estadounidense, la participación en las dos guerras mundiales y, más recientemente, los intentos del general de Gaulle de manifestar su independencia respecto de la potencia estadounidense retirándose de los puestos de mando de la OTAN o las discrepancias existentes en torno a la Guerra de Irak de 2003.
Sin embargo, todas las desavenencias producidas durante estos últimos años han conducido a una de las etapas más pro estadounidenses de la historia francesa reciente. La actitud decididamente pro americana del presidente Sarkozy y su participación destacada en intervenciones militares recientes como Libia, continuada por el presidente Hollande en otros escenarios como Mali, frente al rechazo del Parlamento británico, o su apoyo decidido a la intervención en Siria han convertido a Francia en uno de los principales socios militares de Estados Unidos en el ámbito transatlántico. Una relación que, dadas las circunstancias actuales de recorte de gastos en este ámbito por sus aliados tradicionales europeos, la potencia norteamericana aprecia especialmente.
Los aspectos coincidentes de los últimos tiempos en temas como Libia o Siria no deben hacernos olvidar, sin embargo, las desavenencias surgidas entre ambos países a raíz de los escándalos del espionaje, las reservas francesas en torno al Tratado Transatlántico de Libre Comercio o las diferencias sobre las negociaciones nucleares con Irán y las sanciones pertinentes, en un momento en que Francia quiere reestablecer sus vínculos comerciales con un Estado tradicionalmente paria. Con todo, el nivel alcanzado en la relación actual entre ambas potencias está en uno de los mejores momentos para poder superar dichos desencuentros y seguir operando como un pilar de relevancia fundamental para el mantenimiento futuro de la actualmente minusvalorada y siempre polémica relación transatlántica.
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