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Las facturas de la demagogia

Anotaciones 16

Está todavía reciente el impúdico ejercicio de demagogia de Pedro Sánchez, utilizando el rechazo de dos compañías del IBEX a los impuestos arbitrarios decididos por el Gobierno para pavonearse de su pretendida audacia frente a “los ricos”. Citando por su nombre a la presidenta del Banco Santander y al presidente de Iberdrola para cebar su discurso con carnaza populista, Sánchez profirió aquello de “si Botín y Galán protestan, es que vamos bien”. Instalados entre la arrogancia y el insulto, ¿a qué vienen entonces las jeremíadas patrioteras de Nadia Calviño contra Ferrovial? ¿Qué credibilidad pueden tener los falsos recordatorios del supuesto gran apoyo que este Gobierno presta a las empresas españolas, a las que una buena parte del Consejo de Ministros difama por rutina? ¿Acaso no se genera desde la coalición liderada por Sánchez un clima de inculpación a los empresarios y a sus representantes en el que Sánchez –no solo Podemos– hace prosperar su discurso populista? El anuncio de Ferrovial de fijar su domicilio en los Países Bajos plantea preguntas que el Gobierno en modo victimista no quiere contestar. Seguridad jurídica en un país donde el Gobierno pacta el Código Penal con los delincuentes, certidumbre en un país en el que la reforma laboral pactada se está cambiando por la puerta de atrás, marcos fiscales estables en los que se decide unilateralmente supuestas prestaciones contributivas teñidas de la demagogia populista de un Gobierno que todos los días tiene que demostrar que es el bueno entre los malos. Esperamos coherencia en Sánchez, aunque sea mucho esperar, y que el presidente ofrezca la lectura exacta de la decisión de Ferrovial porque, según la lógica del sanchismo, si Del Pino se va, es que vamos todavía mejor.