La primera semana de febrero de 2021, el Ministerio de Igualdad, que ocupa Irene Montero, dio a la luz el proyecto de la Ley para la Igualdad Real y Efectiva de las Personas Trans (colectivo al que pertenece entre el 0,1 y el 0,3% de los españoles, es decir, 3 de cada 1000, en las estadísticas más optimistas). No pretendo repetir aquí lo que otros han expresado mejor que yo. Por ello, para conocer de forma resumida los principales problemas de la Ley Trans, remito al artículo “Cambiar el sexo por ley”, de la filósofa Rosa María Rodríguez Magda; y, para una reflexión más teórica, a la columna “¿Seguro que el sexo biológico no existe?”, del periodista Cristian Campos. Son dos textos excelentes a cuya lectura incito.
El ideario de la Ley Trans se fundamenta en cuatro mitos. Seamos conscientes de ellos para que el discurso buenista no se cuele en nuestro imaginario.
1.- El niño dios. Todo adulto ha de ser responsable de sus decisiones. El problema salta cuando a un menor de edad (y no precisamente de 17 años, sino de 3 o 4) se le acepta un discurso, un saber y una realidad donde solo hay un relato: el niño que dice “yo soy una niña” (o viceversa). En tal frase, es evidente, aflora un problema. Lo grave es negar que lo sea, y legislar para convertir cuanto rodea a ese niño en potenciador de tal relato, del que solo él conocerá las motivaciones. Lo que desde luego carece de lógica es, en la niñez, admitirlo acríticamente; a partir de la pubertad, medicalizar de por vida al menor; y, en la adolescencia, someterlo a intervenciones quirúrgicas (amputaciones).
2.- La sociedad perversa. La Ley Trans implica que una minoría se arrogue el derecho a determinar, en base a sus sentimientos, que una evidencia biológica (si hay pene y testículos, es macho; si hay vulva y vagina, es hembra) no sea decisiva a la hora de decidir el sexo del individuo. Esto implica dos absurdos: 1) la sociedad, en el siglo XXI, sería irresponsable, pues adjudicaría un sexo a un bebé sin haber este manifestado a cuál pertenece; y 2) de perseverar en tal práctica, sería perversa, pues se empeñaría en seguir dando a la anatomía un papel relevante en la identidad del ser humano.
3.- La culpabilidad inherente a Europa. Una sociedad irresponsable y perversa es una sociedad culpable. Y, si hay un culpable, por fuerza ha de existir una víctima. Este proceso de culpabilización ya atañe a un orden superior del ataque contra la sociedad europea. El geopolitólogo Alexandre del Valle, en Le Complexe occidental. Petit traité de déculpabilisation (2014), subraya los elementos que configuran, a nivel ideológico, la estrategia de borrado de Europa por parte del globalismo, y que se manifiesta en una gran cantidad de frentes a la vez. Colindantes con la cuestión trans, tendríamos los vientres de alquiler y la legalización de la prostitución.
4.- La realidad represora. El nuevo discurso proclama algo así como lo siguiente: Las cosas no son como son, sino como siento que han de ser, y si la realidad, la naturaleza o los hechos no se adecúan a mi verdad, entonces son el mundo y la sociedad los equivocados, y se debe legislar para someterlos a mi visión. A partir de ahí, la idea de que los machos producen espermatozoides, y las hembras óvulos, no puede seguir siendo considerada digna de respeto ante la existencia de una minoría que afirma hallarse en el cuerpo equivocado, o ante la más ínfima que asegura que hay machos que engendran, y hembras que eyaculan. No cabe con aceptar a tales personas, desde la igualdad y el respeto, en tanto muestra de la riqueza del género humano: se precisa reconocer la relatividad de las características fisiológicas de los mamíferos. A este respecto, recomiendo un fragmento de la película La vida de Brian (Life of Brian, Terry Jones, 1979), absolutamente visionario hace más de cuatro décadas. Una anécdota: en medios feministas, se habla de la ley de Irene Montero como “Ley Loretta”…
En cuanto a la ideología subyacente a tal proyecto legislativo, se podría tener la tentación de ver la deriva de una izquierda a la que cada vez le quedan menos colectivos por salvar (hace unas décadas, era la mujer; luego, el homosexual; ahora, las personas trans; en el horizonte inmediato, los animales; más allá, un amplio reino vegetal, terrestre y acuático, espera ansioso su redención). Incluso podríamos bromear sobre lo trans…formador de una izquierda que se suma feliz al globalismo (un mismo combate junto a las multinacionales de todo jaez y de las corporaciones farmacéuticas), y cuya lucha final es, ante todo, la destrucción de la sociedad incómoda, a fin de adecuarla a un proyecto que no debería compartir –recordemos las estadísticas de más arriba– entre el 99,7 y el 99,9% de los individuos, que no es trans.
Ahora bien, la izquierda, así en general, no es responsable de tales desmanes, por tres hechos destacables: 1) la gran fuerza opositora a la Ley Trans se halla en el feminismo (por definición, de izquierdas); 2) en el seno del PSOE, hay ruido de sables en los más altos niveles de gobierno; y 3) habida cuenta de los precedentes, está por ver qué harán los partidos de centro-derecha en lo referente a este asunto, pues Ciudadanos presentó en noviembre de 2020 una Proposición de Ley Orgánica […] de protección de la realidad trans, y el Partido Popular aprobó la Ley 2/2016, de 29 de marzo, de Identidad o Expresión de Género e Igualdad Social y no Discriminación de la Comunidad de Madrid, que en nada envidian al reciente proyecto.
Concluyendo: la Ley Trans no es una iniciativa original de Unidas Podemos, pues se halla en la agenda del globalismo y el reseteado de la sociedad; la Ley Trans acaba con la distinción macho/hembra de la naturaleza y en tanto categorías de estudio y clasificación; la Ley Trans promueve que un sentimiento (el “sexo sentido”) sea sujeto jurídico, cuando tan solo pueden serlo los hechos; la Ley Trans vulnera el derecho de los menores a su integridad física, pues los medicaliza desde la pubertad; la Ley Trans, por último, pretende acallar cualquier opinión contraria a la misma (que se lo pregunten a Lidia Falcón) a través de tipos penales que vulneran la libertad de expresión, libertad que en España muchos aún no saben qué es… Estas son algunas razones para oponerse a la Ley Trans, y, desde luego, para revocar las ya existentes.