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Los costurones de Frankenstein

Anotaciones FAES 18

La convocatoria anticipada de elecciones en Cataluña funciona como un reactivo que revela el precario atadijo de contradicciones oportunistas conocido por sanchismo y que se pretende hacer pasar por fórmula de gobernabilidad.

Desde aquí venimos reiterando que la reedición de la coalición social-populista, con el apoyo decisivo del independentismo al completo, tensionaría hasta lo insoportable la estabilidad política y constitucional del país. El rumbo político de España en el periodo 2018-2023 no fue decidido por los españoles; cada viraje gubernamental se producía en contra de lo anunciado, porque el verdadero “poder en la sombra” –en realidad, muy visible-, el independentismo, decide reformas legislativas para garantizarse impunidad, condiciona presupuestos y deforma códigos.

En julio de 2023 los españoles no votaron la continuidad de todo esto. Los ciudadanos no convalidaron los excesos del primer Frankenstein; eligieroncomo primera fuerza al PP, que los denunciaba. Y, a distancia, votaron a un PSOE que no llevó en su programa electoral -ni mencionó en campaña- una sola de las cuestiones que ahora copan su agenda: amnistía, nueva ronda de concesiones a los secesionistas incluido el ‘pacto fiscal’ en Cataluña… Un Frankenstein ampliado, como mayoría de gobierno, va desmontando el Estado y diluyendo la nación; como engendro, es poco viable a la larga: los monstruos no suelen ser longevos. La cuestión es cuál de esos dos procesos culmina antes.

En las últimas jornadas todo lo anterior se ha hecho muy evidente. Los nervios de Sánchez delatan que ha perdido el control del tinglado. Mientras la gobernabilidad era cuestión de ir saciando la voracidad de sus socios, podía girar cheques a cuenta de terceros: los contribuyentes, los territorios de color popular o, directamente, la dignidad nacional. La convocatoria catalana cambia esa rutina: ahora son sus socios principales los que van a competir: habrá damnificados, y Sánchez los necesita a todos.

A pocas horas del anuncio de la convocatoria catalana, el PSOE ya descarta aprobar unos Presupuestos para este año. Incluso trata de convencernos de que es mejor así; Óscar Puente nunca acabó de verlos… Apenas rodada la legislatura entramos en un ciclo electoral para que los socios nacionalistas del Gobierno diriman entre ellos la hegemonía que Sánchez les ha regalado. El “bloque de investidura” es una coalición negativa: no sirve para gobernar. Los objetivos inmediatos que mueven a sus componentes son -todos- radicalmente incompatibles con el interés nacional. Capitalizar el éxito de Puigdemont con la amnistía o neutralizarlo, reivindicando cada cual para sí la victoria sobre el Estado; aprovechar en un sentido o en otro, en esto o en lo otro la debilidad del Gobierno para exhibir mayor capacidad de chantaje sobre el Estado… Los nacionalistas competirán a rebufo de una puja abierta y alimentada por el Gobierno mismo. El sanchismo es una expresión inconcebiblemente sectaria de confusión total entre partido, gobierno y Estado. La degradación institucional a que da lugar se actualiza ahora con otra práctica corrosiva hecha costumbre. Desde 2018 se prorrogan presupuestos como si tal cosa, al margen de toda previsión constitucional. Sánchez empezó prorrogando unas cuentas populares pocos meses después de haber denunciado tal recurso como propio de ejecutivos inermes. Ahora, los intereses electorales de ERC y Junts dejan sin Presupuestos para este año al Estado. No parece importar, siempre que no dejen a Sánchez sin el BOE.