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Los partidos británicos y la batalla por el electorado

A tres meses de las elecciones europeas y a poco más de un año para las elecciones generales al Parlamento de Westminster, los dos grandes partidos políticos británicos –Conservador y Laborista– se encuentran inmersos en una batalla para ganarse al electorado que resulta cuanto menos paradójica respecto a los postulados tradicionalmente defendidos por cada una de estas formaciones.

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José Ruiz Vicioso. MA in the History of Political Thought, University of Exeter



A tres meses de las elecciones europeas y a poco más de un año para las elecciones generales al Parlamento de Westminster, los dos grandes partidos políticos británicos –Conservador y Laborista– se encuentran inmersos en una batalla para ganarse al electorado que resulta cuanto menos paradójica respecto a los postulados tradicionalmente defendidos por cada una de estas formaciones.

Si los resultados de mayo de 2010 otorgaron el 36,1% de los votos y la mayoría relativa a los tories –que se vieron forzados a un gobierno coalición con los liberal-demócratas–, frente al 29% de los laboristas, las encuestas de opinión revelan un vuelco en la intención de voto que parece haberse consolidado en los últimos meses. Según los datos más recientes, de hecho, los conservadores acusan un importante desgaste y obtendrían entre el 32-34% de los sufragios, mientras que los laboristas crecerían hasta el 38-39% haciéndose con la mayoría de los escaños[1]. Ante esta situación, ¿qué estrategia electoral están siguiendo estos dos partidos?

Como destacó en este mismo foro el profesor Ángel Rivero, el líder laborista Ed Miliband sorprendió al público de la conferencia anual de su partido en 2012 con el One nation Laborism, un mensaje rompedor que jugaba con el lema propio de la tradición de pensamiento conservador que ha inspirado a los tories desde Disraeli, su ideólogo, hasta los gobiernos de Thatcher, y que cuenta todavía hoy con muchos seguidores. Arrebatando al imaginario conservador una de sus ideas más representativas, Miliband quiso presentarse como el único garante de la cohesión social, por encima de la defensa de los intereses de un determinado segmento de la sociedad –las clases medias y bajas trabajadoras– como históricamente ha sido propio del laborismo. Un golpe de efecto que en la era de la “política-márketing” ha parecido dar sus frutos, por mucho que resulte incoherente con la trayectoria ideológica de la izquierda británica.

Por su parte, el Partido Conservador, que también mantiene la sana costumbre de celebrar una conferencia anual en la que se expone el programa a seguir durante el curso político, respondió en su última edición celebrada en Manchester el pasado octubre con el lema Conservatives for hardworking people. “El Partido Conservador está del lado de la gente que trabaja duro”, fueron las primeras palabras del discurso del primer ministro David Cameron. Palabras repetidas como una letanía en sus más recientes intervenciones. Es decir, los tories han pasado a identificarse con el electorado trabajador, con aquellos votantes que, al fin y al cabo, están sustentando un sistema de bienestar inmerso en un complejo proceso de reforma. Según parece, en este caso el giro ideológico no ha sido tan bien asimilado, aunque resulte igual de contradictorio con su posición histórica que en el caso del partido de Miliband.

Como si de un baile de máscaras se tratase, conservadores y laboristas han intercambiado sus mensajes electorales tradicionales, cosa que por el momento están rentabilizando los segundos. Veremos si los resultados de las próximas elecciones europeas, en las que con toda probabilidad el emergente UKIP –United Kingdom Independence Party– logrará un histórico avance, alteran de algún modo estas novedosas estrategias electorales que están siguiendo los dos grandes partidos británicos en los últimos tiempos.



[1]Para comprobar los últimos datos disponibles: http://www.bbc.co.uk/news/uk-politics-18264385

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