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Los propósitos del doble atentado terrorista en Volgogrado

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Los rusos suelen decir que San Petersburgo es su cabeza, porque simboliza el acercamiento racional y necesario de Rusia a Occidente; Moscú, su alma, porque conserva la tradición rusa, y Volgogrado su corazón, porque es su puente con el Cáucaso. El doble ataque terrorista en la estación ferroviaria y en un trolebús (el 29 y 30 de diciembre), cuyo saldo es de 34 víctimas mortales y decenas de heridos, representa una puñalada en el corazón de Rusia por diferentes motivos.

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Mira Milosevich es escritora y profesora del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset


Los rusos suelen decir que San Petersburgo es su cabeza, porque simboliza el acercamiento racional y necesario de Rusia a Occidente; Moscú, su alma, porque conserva la tradición rusa, y Volgogrado su corazón, porque es su puente con el Cáucaso. El doble ataque terrorista en la estación ferroviaria y en un trolebús (el 29 y 30 de diciembre), cuyo saldo es de 34 víctimas mortales y decenas de heridos, representa una puñalada en el corazón de Rusia por diferentes motivos.

Los dos atentados han sido perfectamente coordinados y apuntan a tres direcciones:

1ª) Buscan crear un efecto de inseguridad sólo seis semanas antes del comienzo de los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi (a 680 kilómetros de Volgogrado). Nunca antes unos Juegos han sido convocados tan cerca de una zona conflictiva. Los Juegos son un proyecto en el que se ha involucrado personalmente Vladimir Putin, para garantizar su éxito y fomentar el prestigio internacional de Rusia.

2ª) El atentado coincide con el 14 aniversario de la llegada al poder de Vladimir Putin: el 31 de diciembre de 1999, Boris Yeltsin anunció que Putin le sucedería y el 1 de enero de 2000 éste lo celebró sobrevolando Chechenia y prometiendo a los rusos que acabaría con el terrorismo islámico. Los atentados han puesto de relieve que, tras las dos guerras de Chechenia ganadas por Putin, Rusia sigue siendo muy vulnerable.

3ª) Volgogrado es la antigua Stalingrado, el símbolo por excelencia del orgullo nacional y del carácter ruso: fue el escenario de la victoria sobre los nazis alemanes en la Segunda Guerra Mundial (la “gran guerra patriótica”, como la llaman los rusos), pero también un recuerdo permanente del inmenso sufrimiento que los rusos tuvieron que asumir para derrotar al invasor. Atentar contra Volgogrado es hacerlo contra la fe en una Rusia invencible.

Aunque la autoría del doble atentado no ha sido reclamada aún por ningún grupo terrorista, muestra la firma del islamismo radical, tanto en Rusia –Teatro Dubravka (2002); Escuela de Beslan (2004); metro de Moscú (2010); Aeropuerto Domodedovo (2011)– como en cualquier parte del mundo. Lo más probable es que el instigador de los de Volgogrado sea Doku Umarov, el terrorista checheno que se ha autoproclamado emir del Norte del Cáucaso y que recientemente exigió a sus seguidores, a través de un vídeo, el uso de la “máxima fuerza” contra objetivos civiles con motivo de los Juegos de Sochi.

Los atentados de Volgogrado indican que, aunque la táctica de los yihadistas en Rusia sea la acostumbrada, su estrategia está cambiando: los anteriores se presentaban como represalia contra la política rusa en Chechenia; los de Volgogrado tienen objetivos políticos más allá de este antiguo conflicto: enturbiar la imagen de Rusia y de su presidente y, por supuesto, aterrorizar a los rusos y al mundo entero.

Las tácticas y la estrategia de Putin no han cambiado para nada. Catorce años después, su respuesta ha sido la misma que la de enero de 2000: “lucharemos contra los terroristas hasta aniquilarlos por completo”.

Charles de Gaulle dijo una vez que el mayor problema de Rusia es que tiene su Argelia dentro. Mientras Rusia sólo se plantee “aniquilar” a los terroristas sin ajustarse a los parámetros del Estado de Derecho, los yihadistas continuarán presentando su terrorismo como una guerra santa de los musulmanes contra los infieles ortodoxos.

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