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Los Tories ante un curso político decisivo

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Una vez celebrado el referéndum sobre la independencia de Escocia y salvada la Unión política británica, los partidos del Reino Unido se han volcado en la preparación de las próximas elecciones generales de mayo de 2015. 

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José Ruiz ViciosoMA in the History of Political Thought, University of Exeter

 

Una vez celebrado el referéndum sobre la independencia de Escocia y salvada la Unión política británica, los partidos del Reino Unido se han volcado en la preparación de las próximas elecciones generales de mayo de 2015.

La carrera hacia el número 10 de Downing Street ha comenzado sin que los Conservadores de David Cameron, pese a estar en el gobierno, puedan aprovecharse de ventaja electoral alguna. Encorsetados dentro de los límites de la coalición con los liberal-demócratas, los Tories están sufriendo una potente competencia electoral tanto por la derecha como por la izquierda del espectro ideológico.

El Partido Laborista ha radicalizado su discurso de defensa del sector público. Ed Miliband ha enarbolado la bandera del National Health Service –el Sistema Nacional de Salud–, asunto en el que siempre han despertado mayor credibilidad que los conservadores, por más que fuese Tony Blair quien más favoreció la participación privada en el mismo. Los laboristas son conscientes de que para ganar apoyos entre los votantes deben recuperar un discurso de izquierdas que conecte con las clases trabajadoras que tradicionalmente constituyeron su base electoral.

Por la derecha, el United Kingdom Independence Party se ha convertido en una amenaza real para el establishment político de Westminster. El populista UKIP se ha erigido en altavoz de crecientes sectores de la población, a los que preocupan cada vez más dos asuntos relacionados entre sí: la pertenencia a la Unión Europea y la inmigración, que es consecuencia de la libre circulación de personas dentro de las fronteras de la Unión. Asuntos que, según todo indica, marcarán decisivamente la agenda de las elecciones. La irrupción de UKIP como actor del juego político no solo ha perjudicado los intereses electorales de los Tories, sino que está provocando sonadas deserciones entre sus miembros. En las últimas semanas otros dos parlamentarios han abandonado esta formación para para pasar a engrosar las filas de UKIP y otro significativo donante ha anunciado que a partir de ahora financiará al partido de Farage.

En este contexto, la reciente Conferencia anual del Partido Conservador ha querido representar un punto de inflexión que relance al partido hacia la mayoría durante este último –y decisivo– curso político. Las propuestas que sus principales dirigentes han hecho en Birmingham han tratado de ampliar su electorado potencial. Por un lado, se han anunciado sustanciales bajadas de impuestos, que afectarían sobre todo a las clases medias y bajas, descontentas con el gobierno por los ajustes de los últimos años. Por otro, Cameron quiere renegociar las condiciones de pertenencia a la Unión Europea con el objetivo de restringir la entrada de inmigrantes comunitarios. Algo difícilmente defendible ante las instituciones comunitarias pero que supone un guiño claro a los euroescépticos, que tantos quebraderos de cabeza están provocando al primer ministro últimamente.

Muchos son los interrogantes que se plantean ahora. ¿Lograrán los Tories que la rebaja fiscal se traduzca en votos entre las desencantadas clases medias? ¿Serán capaces de atraer sus propuestas euroescépticas y antimigratorias a los votantes desafectos con los partidos tradicionales? A lo largo de los próximos meses iremos viendo quién toma ventaja en esta carrera electoral que comienza con incertidumbre y sin un ganador claro.

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