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María Corina y los veedores ciegos

Anotaciones FAES 32

A lo largo de toda su trayectoria, pero singularmente durante estas jornadas en que Venezuela se juega su futuro, el coraje y la fortaleza de María Corina Machado resultan inspiradores. Ejemplo de compromiso democrático, tras una campaña heroica y después de superar inhabilitaciones, arbitrariedades y violencias de todo tipo, es hoy, ante el mundo, más que un símbolo de la lucha por las libertades: es, sobre todo, una voz que apela a cualquier conciencia democrática.

Fue en su día de las primeras figuras políticas en llamar al chavismo por su nombre: dictadura; siempre en primera línea, Hugo Chávez y Nicolás Maduro comprobaron desde el principio que el miedo y la intimidación no valían con ella. Valiente y ganadora, el régimen ha tenido que improvisar sucesivos fraudes para evitar confrontarse democráticamente, limpiamente, con una líder difícil de romper e imposible de doblegar. A ella debe mucho la unidad de la alianza opositora y la ilusión generada en una mayoría de venezolanos a los que ahora se quiere secuestrar haciendo trizas el Acuerdo de Barbados y todo compromiso antecedente que prometiera elecciones libres, respeto a los derechos políticos y garantías electorales. 

María Corina ha tenido que sufrir en sus propias carnes la represión chavista. Sus hijos viven lejos de ella, en el extranjero, por motivos de seguridad. Sin embargo, ella decidió quedarse en su país para luchar por una Venezuela libre. Por eso decimos que, tanto como símbolo que inspira, María Corina es testimonio que acusa. Por ejemplo, a los turistas del chavismo: esos que no se quedan en Venezuela para pagar el precio de ningún sacrificio; esos que, bien al contrario, van de visita para cobrar la soldada de su complicidad.

José Luis Rodríguez Zapatero, encabezando la delegación del Grupo de Puebla, en compañía de Ernesto Samper, Leonel Fernández y Martín Torrijos, integran un grupo de observadores (“veedores”) dedicados, por lo visto, a ejercitar el sentido de la vista con una venda sobre los ojos y mantener, hasta la fecha, un silencio hermético ante uno de los mayores escándalos en la historia de la región. Ni una palabra sobre la amenaza relativa a los “baños de sangre” de Maduro. Ni una palabra sobre el veto al voto de la diáspora (solo el 1,5% pudo acreditarse), ni sobre la expulsión de los observadores invitados por la oposición. Ni una palabra tras la proclamación de Maduro como presidente electo sin haber dado cuenta del conteo, las actas y el resto de peticiones que algunos cacarean sin mayor convicción ni consecuencias.

En este crimen de lesa democracia, es sencillamente vergonzoso el papel que está jugando un expresidente del Gobierno español quien, después de haber contribuido, aquí, al discurso de cuestionamiento de la Transición, participa, allí, en el blanqueamiento de la dictadura chavista y en el intento de impedir el tránsito a un régimen de libertades y auténtica democracia.