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Moncloa bien vale otra filfa

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Anotaciones FAES 10

Maldijeron los dioses a Casandra concediéndole dotes proféticas bajo una terrible condición: no ser nunca creída. Despoblado el Olimpo, habrá sido un demiurgo travieso quien haya bendecido a Rodríguez Zapatero con el don de vaticinar el reverso exacto del porvenir. No deja de ser una bendición equivocarse siempre y conservar, pese a todo, auditorios adictos. En 2004 embarcó al Estado en una negociación política con terroristas exhaustos, legalizando luego su marca política; hoy, los beneficiarios de la operación se asoman al Gobierno Vasco sin rectificar su complicidad histórica con el crimen. En 2006, promocionaba así un Estatut que nadie pidió: “dentro de diez años, Cataluña estará más integrada en España”; vencido el plazo, estalla un golpe separatista. En 2007, España −dijo− jugaba “en la Champions League de las economías mundiales”, con perspectivas de crecer “por encima de la media de nuestro entorno”; acto seguido, la Gran Recesión hunde nuestro PIB en caída inédita desde 1936. En 2008, derogado el Plan Hidrológico Nacional, nuevo vaticinio: “en 2012 el problema del agua estará solucionado en todas las Comunidades Autónomas”; hoy la sequía amenaza el abastecimiento en Cataluña y se estudia el envío de buques cisterna de Sagunto a Barcelona. Ahorremos citas sobre la “democratización” de Venezuela

Bien, pues Zapatero vuelve a profetizar. Acaba de decirnos que el reto de esta legislatura es consolidar un nuevo tiempo “entre Cataluña y España”; que se aprobará la ley de amnistía para luego “avanzar en el reconocimiento de la identidad nacional de Cataluña”, y que España se encuentra “en el mejor momento de su historia” gracias al desempeño “brillante” del Gobierno de Pedro Sánchez. Zapatero da un “altísimo valor” a las palabras del presidente del Gobierno: “el independentismo catalán no es terrorismo. Todos los independentistas serán amnistiados porque no son terroristas”. Veamos. No es solo lo de erigirse en juez y parte. La semana pasada Sumar sugirió la posibilidad de aprobar la amnistía como está, para luego reformar la calificación del terrorismo en el Código Penal; ahora es el propio Sánchez quien anuncia su disposición a “retocar” la Ley de Enjuiciamiento Criminal, estrechando plazos de instrucción que el PSOE amplió en su día: todo a gusto del consumidor. Semejante desvergüenza encaja en un patrón de conducta arbitraria que precariza el Estado de derecho en España.

La promesa de una amnistía valió la investidura, su materialización es el precio de la legislatura. Se contrató en Bruselas, cuando el PSOE decidió privatizar para sí el Gobierno de España. Junts tolera cobrar a plazos y el PSOE formaliza cada pago ajustándose a dos referencias: la mendaz ambición de Sánchez y la inservible doctrina de Zapatero. Seguiremos escuchando el habitual repertorio de tópicos, al servicio de un Gobierno entregado a pretextos de su conveniencia. Pacificación, reencuentro, aceptación de la diversidad… banalidades hipócritas que en el vocabulario socialista significan, desde 2004, legalidad para los ilegales, libertad para los déspotas, clemencia para los crueles y contemporización para los fanáticos. Pero que nadie desespere: las predicciones de Zapatero se cumplen siempre… al revés.