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No es el embargo, es el comunismo

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Anotaciones FAES 21

Cuba se muere de hambre. La carencia de alimentos, el colapso de las mínimas condiciones de vida, la caída en el puro abismo de una economía que solo sirve a la oligarquía del régimen no pueden ocultarse. El gobierno de Díaz-Canel ha tenido que acudir al programa de alimentos de la ONU para obtener suministro de leche destinada a los niños menores de siete años. La purga del ministro de Economía, Alejandro Gil, no es más que la vieja trampa estalinista para buscar culpables, saboteadores o agentes extranjeros para justificar el fracaso irreversible del régimen castrista.

Como ocurrió en julio de 2021, el 17 de marzo manifestaciones espontáneas y pacíficas llevaron a la calle a miles de cubanos hartos de la falta de comida y de corriente eléctrica, pero sobre todo hartos de un régimen que es la causa del mal que sufre Cuba, un régimen de represión y asfixia que sólo deja a los cubanos decentes tres opciones: la resignación silenciosa, la prisión o el exilio.

De nuevo las habituales alusiones al embargo estadounidense y toda la retórica apergaminada de un sistema fuera del tiempo y de la realidad. La brutalidad del hambre y la represión sólo tienen un nombre: es el comunismo que sigue atenazando a demasiados millones de hombres y mujeres en el mundo. Este es el paraíso en la tierra, aquí queda la promesa de “a cada uno según sus necesidades, de cada uno según sus capacidades”, ahí está la miseria para mostrar la verdadera cara de esta distopía y la cínica pregunta leninista de “libertad, ¿para qué?”.

Cuba no puede quedar olvidada. Seguramente la izquierda tiene motivos para mirar a otro lado, después de décadas de apoyo sentimental y efectivo a la dictadura castrista, después de décadas de enfervorizada admiración por esta distopía caribeña que nos repetía los supuestamente asombrosos logros del régimen en sanidad y educación, su valentía al desafiar a los americanos y su activismo exportando guerrilla allí donde lo precisaban sus amos soviéticos. Esa izquierda opinadora y política que siempre ha recibido como grandes pasos de liberalización, los gestos sin contenido del régimen.

Pero que la izquierda quiera encubrir tanta complicidad con el castrismo, no puede bloquear una respuesta adecuada por parte europea cuando son clara mayoría los gobiernos que en la Unión nunca han tenido los vínculos políticos y sentimentales de la izquierda. Cierto que el lamentable papel del Alto Representante Josep Borrell no sólo no ayuda, sino que está obstaculizando la articulación de una política coherente hacia Cuba. Borrell parece que reserva todas sus energías contra el gobierno de Israel mientras deja pasar el desastre cruel de la dictadura cubana.

El castrismo quiere perpetuarse y si no puede hacerlo quiere arrastrar a todo el pueblo en su fracaso. Es la particular “solución final” del castrismo que hace muy difícil pensar en una transición democrática pacífica y efectiva. Sin embargo, es necesario apostar firmemente para que esa transición pueda producirse, sin ninguna tutela del régimen, sin añagazas como las que utiliza Maduro para bloquear la salida democrática que exige el país, sin condiciones ni privilegios para el Partido Comunista cubano. Es necesario mostrar solidaridad real con la disidencia y poner a la oligarquía comunista cubana ante sus responsabilidades. Si no se hace, y pronto, crecerá la perspectiva de un hundimiento violento del régimen. Cuba no puede esperar.