El pasado 1 de diciembre, Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, presentó a los ministros de Asuntos Exteriores de los países miembros el informe NATO 2030: United for a New Era (“OTAN 2030: Unidos por una nueva era”). El informe de 67 páginas, obra de un grupo de expertos independientes (ninguno procedente de España), sugiere lo que debería hacer la Alianza para adaptarse a un entorno geopolítico cambiante. Su principal objetivo es trazar un nuevo camino y explorar formas de mejorar la cohesión política interna, particularmente en tres áreas:
1. La del fortalecimiento de la unidad, solidaridad y cohesión de los aliados para cimentar la centralidad del vínculo transatlántico.
2. Incremento de la consulta política y la coordinación entre aliados.
3. Reforzamiento del papel político de la OTAN y de los instrumentos relevantes para abordar las amenazas y desafíos –actuales y futuros– a la seguridad de los países miembros.
El documento define los principales peligros y preocupaciones que marcan el futuro de la OTAN. Entre estas destaca la falta de un Concepto Estratégico adecuado. Desde 2010, cuando la OTAN adoptó el último de ellos, los aliados se han enfrentado simultáneamente al regreso de la rivalidad entre grandes potencias, al revisionismo de Rusia y a la intensificación de amenazas globales como terrorismo, tecnologías disruptivas, pandemias y cambio climático. Está previsto que la OTAN comience a trabajar en un nuevo Concepto Estratégico después de la cumbre de 2021.
El informe define como principal amenaza para la supervivencia de la Alianza Atlántica su división interna. Esta se refleja en las percepciones divergentes de los riesgos, disputas bilaterales, tensiones sobre el reparto de gastos, dudas persistentes sobre la voluntad de EE. UU. de seguir siendo el mayor contribuyente de la Alianza, así como retrocesos democráticos de algunos países miembros que desafían el sistema político de la democracia representativa. La fragmentación que obstaculiza el proceso de toma de decisiones relevantes podría ser explotada por actores externos, en particular por Rusia y China, cuyo objetivo es debilitar las instituciones transatlánticas.
Las conclusiones y 138 recomendaciones del grupo de expertos giran en torno a la idea de que la OTAN, para sobrevivir y seguir siendo eficaz para las necesidades de sus miembros, debe adaptarse a la nueva situación. El documento recuerda al Informe Harmel de 1967 [3] (Informe del Consejo sobre las Tareas Futuras de la Alianza, coordinado por el ministro de Asuntos Exteriores de Bélgica Pierre Harmel). Dicho informe fue un documento fundamental en la historia de la OTAN. Reafirmó sus principios básicos e introdujo el “enfoque de doble vía” de disuasión/distensión y diálogo hacia Rusia que todavía sigue vigente.
El informe de 2020 introduce la amenaza de China y recomienda a los aliados dedicar “mucho más tiempo” y “recursos políticos” a los desafíos de seguridad que esta plantea. La OTAN debe fortalecer su resistencia a los ataques cibernéticos y a las campañas de desinformación que se originan en Beijing y evaluar mejor las implicaciones de seguridad de la estrategia industrial y tecnológica de China.
Las conclusiones y recomendaciones del grupo de expertos serán vanas si la Alianza no consigue una cohesión política y una valoración común de las amenazas, por lo que la cohesión política debería ser una “prioridad inequívoca” para todos los aliados. Con ese fin, los expertos recomiendan volver a los principios fundadores de la Alianza: a que los aliados se comprometan, al más alto nivel, a un “código de buena conducta” para respetar el espíritu y la letra del Tratado de Washington de 1949 , y a defender los valores comunes, cumplir con los requisitos de reparto de la carga acordados y abstenerse de bloqueos por motivos políticos.
Las recomendaciones de los expertos tienen como objetivo servir de base para las propuestas que expondrá el secretario general en la próxima cumbre de la OTAN en 2021 sobre su plan de la OTAN 2030. Sin embargo, la supervivencia de la Alianza no depende de su secretario general ni de los expertos, sino de los países miembros y de su disposición a tomar las decisiones necesarias. No cabe duda de que la Alianza Atlántica, a pesar de todos sus problemas internos, es la institución que mejor encarna la relación transatlántica y el mejor marco de la defensa colectiva de los países occidentales, por lo que es imprescindible conservarla y actualizarla.