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Paul Johnson, el apóstata conservador (1928-2023)

Paul Johnson, periodista, historiador, biógrafo, escritor de discursos y novelista cuya “caída del caballo” laborista para llegar a ser un incondicional conservador thatcherista lo señaló como objeto de escándalo, ha fallecido este jueves en Londres a los 94 años.

Escritor muy prolífico, tomó como referencias de tono y estilo a Macaulay y Chesterton para elaborar una prosa paradójica, afable y asertiva que le permitía proferir opiniones contundentes sobre casi cualquier tema: la política exterior, la vida espiritual o el significado cultural de las Spice Girls. Sus más de cincuenta libros combinan gruesas ‘summas’ históricas (sobre el cristianismo, el judaísmo, Inglaterra, los Estados Unidos, el siglo XX) con amenísimas biografías (desde Sócrates a Juan XXIII, pasando por Jesús, Washington, Napoleón o Churchill).

Su vocación divulgativa estaba inspirada en un puñado de firmes convicciones: la legibilidad de la prosa histórica, aprendida en los clásicos victorianos y el uso desprejuiciado de la facultad crítica sin miedo a distinguir jerarquías y a deslindar lo excelente de lo mediocre. Tal vez su mayor empeño o, al menos, la obra que le deparó las mejores críticas fuera El nacimiento del mundo moderno 1815-1830, publicado en 1983 en Reino Unido. Más de mil páginas dedicadas a recorrer las historias de Gran Bretaña, Estados Unidos, Rusia, Francia, Alemania y el mundo hispánico. Entre nosotros alcanzó más fama Tiempos modernos una historia global del período 1920-1980, tratado de historia política abundante en juicios afilados.

En su faceta periodística alcanzó gran popularidad con sus columnas para The Spectator, entre 1981 y 2009, y para The Daily Mail hasta 2001. También colaboró regularmente con otras muchas publicaciones: The New York Times, The Daily Telegraph y la revista de arte Apollo.

Nacido en 1928 en Manchester, creció durante la Gran Depresión. A pesar de educarse en un medio social muy modesto, la desconfianza de Johnson hacia el pensamiento marxista se produce ab initio. Él lo describió así mucho después: “La verdad es que para cuando una persona toma conciencia de que existe algo así como una ‘clase obrera’, ya ha perdido el contacto con ella y ha dejado de ser una autoridad creíble sobre sus características”.

Mantuvo la fe católica de sus padres, tal y como narra en su autobiografía espiritual “Una peregrinación personal”: “La pobreza estaba en todas partes, pero también los Diez Mandamientos”.

Estudió en un instituto jesuita cerca de Manchester y después en el Magdalen College de Oxford. En sus años universitarios, bajo la tutela del historiador A.J.P. Taylor, conoció a muchas de las figuras con las que luego compartiría vida intelectual en Londres, incluida Margaret Thatcher.

Cumplido el servicio militar en Gibraltar, se incorpora a la revista de izquierdas The New Statesman, primero como corresponsal en París y después como redactor y director adjunto. En 1965 fue ascendido a director de la revista, cargo que ocupó hasta 1970.

Durante la década siguiente, se sintió cada vez más alarmado por lo que le estaba ocurriendo a la Gran Bretaña de entonces, el “enfermo de Europa”. Empezaba a tener claro que la responsabilidad por la inflación y el desempleo la tenían las políticas laboristas de James Callaghan y los sindicatos.

En 1977, Johnson publica Enemigos de la sociedad, un ataque frontal a intelectuales de izquierdas de los años sesenta como Ivan Illich, Herbert Marcuse y otros. Escrito bajo la influencia de Karl Popper, el libro significó un punto de inflexión en su obra y en su vida. Ese mismo año, rompió con el Partido Laborista alegando que sus dirigentes propugnaban una filosofía “corporativa” y “autoritaria” similar a la de la Italia de Mussolini. Su apostasía despertó gran revuelo mediático, intensificado cuando Johnson anunció que apoyaría a los conservadores si estos elegían a Margaret Thatcher como líder del partido, en vez de a Edward Heath. Así resultó y Johnson se convirtió en asesor y speech-writer de la “Dama de Hierro” en 1979. De ella dijo en una ocasión: “No es una persona de partido; decide por sí misma”.

Johnson admiró siempre a los Estados Unidos y característicamente a sus líderes políticos y militares, desde George Washington a Ulysses S. Grant. Ese culto fue correspondido en 2006 cuando el presidente George W. Bush le concedió la Medalla Presidencial de la Libertad, el mayor honor civil del país.

Fue un intelectual –él, que escribió una famosa requisitoria contra los “intelectuales”–libre, valiente, inequívocamente conservador; entendido cada uno de estos calificativos en su peculiar significación anglosajona. La que distingue a los conservadores de esa estirpe de otros que usurpan el título. Significación que le permitía a Johnson escribir cosas como esta: “Siento una intensa antipatía por Vladimir Putin. Nadie en la escena internacional me ha suscitado tanta antipatía desde que murió Stalin. Aunque no es un asesino en masa a la escala de Stalin, tiene la misma indiferencia por la vida humana. También hay una vena estalinista de gansterismo: sus ‘leales’ llevan máscaras y pistolas. Putin también se parece a Hitler en su uso de minorías beligerantes para extender su poder. ¿Me estoy volviendo paranoico con Putin? Espero que no”.

Descanse en paz Paul Johnson, historiador y exorcista de nuestra paranoica posmodernidad.