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Perú: el lápiz y el martillo

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Desde un balcón Pedro Castillo grita que “solo el pueblo salvará al pueblo”. En la plaza ondean las banderas del lápiz que representa al partido que le aúpa a la presidencia, Perú Libre. Según los estatutos del partido, “el lápiz simboliza la educación como instrumento de liberación”. Y Castillo, sindicalista y maestro, ha llegado para enseñar el camino liberador.

¿POR QUÉ PEDRO CASTILLO?

“El profesor”, como ya le dicen, amunicionó su retórica con el descontento por la corrupción, la inestabilidad política y el reciente lamentable manejo del coronavirus. Desde 1985, todos los presidentes electos han tenido problemas con la justicia y casos como Odebrecht o Los Cuellos Blancos del Puerto han manchado a los tres poderes del Estado. Ya en 2018, acorde con el último dato de Latinobarómetro, un 85% de los peruanos tenía poca o ninguna confianza en el ejecutivo, la cifra más alta desde 2004. Además, un 60,2% decía no tener ninguna confianza en el legislativo, la cifra más alta desde 1995 cuando comenzaron estas mediciones. En los siguientes tres años, Perú ha tenido cuatro presidentes, uno de ellos cerró el Congreso y el Congreso siguiente lo destituyó. Producto del COVID-19, además de tener la tasa de mortalidad per cápita más alta del mundo, el Banco Mundial afirma que “una cuarentena estricta y prolongada provocó un descenso del PIB de 11,1% en 2020”. El empleo cayó un 20%, lo que incrementó un 6% la pobreza, “empujando a casi dos millones de personas a esta condición y llevando la tasa de pobreza a alrededor de 27%” según este organismo.

Así, Pedro Castillo dio la sorpresa y arrancó un 19% de los votos en primera vuelta. El muy fraccionado espectro de candidatos terminó imponiendo al Perú dos opciones para el balotaje, Castillo y Keiko, esta última, la eterna candidata presidencial hija del dictador Alberto Fujimori. Los pecados del padre pesan y Keiko, como ya es costumbre, llevaba plomo en el ala. Castillo se impone hoy por 0,24%, y no tanto por su programa sino por el voto antifujimorista. No es casualidad que recientemente, en 2016, Pedro Pablo Kuczynski, un candidato de derecha, en las antípodas de Pedro Castillo, terminase ganando por exactamente también 0,24%.

¿QUÉ PROPONEN CASTILLO Y PERÚ LIBRE?

En entrevista con Diego Acuña, se le hizo imposible a Pedro Castillo explicar conceptos básicos como por ejemplo los monopolios, la renta y las utilidades de las empresas, y la deuda externa del país. El candidato fogoso de plazas y tarimas se apaga ante las cámaras, y cuando se trata de articular ideas y proyectos, es claro que no es un intelectual. Y en política, si no se sabe, alguien decidirá por ti.

Quien sí tiene articulado lo que quiere es Vladimir Cerrón, comunista ortodoxo educado en Cuba y fundador y líder de Perú Libre. Un partido cuyo programa habla de hacer la revolución, de ser marxista-leninista, del futuro Estado socialista peruano y otras ideas delirantes y peligrosísimas:

  • “(…) la libertad de mercado, libertad de empresa, libertad de industria y libertad de finanzas (…) incrementaron la brecha de desigualdad (…) [e] impusieron libertad para los ricos y coacción para los pobres”.
  •  “Gran razón tenía Lenin cuando manifestó que la verdadera libertad de prensa en una sociedad solo es posible cuando ésta se libere del yugo del capital. Asimismo, Fidel manifestó: ‘el problema no es que mientan, el problema es cómo nosotros decimos las verdades’”.
  • La actual Constitución “es mercantilista porque todo pone en función de dos perversas leyes, la oferta y la demanda”.
  • Hay que cambiar el “Estado vigilante supervisor por un Estado interventor, planificador, innovador, empresario y protector”.
  • Propone “‘peruanizar’ servicios estratégicos en mar, cielo y tierra”.
  • Los dictadores “Evo Morales (…), Fidel Castro, Raúl Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro (…), Daniel Ortega (…) estuvieron en el punto más alto de la integración latinoamericana”.

Añádase que en las filas de Perú Libre hay miembros ligados a Movadef, organización fachada de Sendero Luminoso, y que el sindicato de maestros que dirige Castillo ha estado sospechosamente cerca de Movadef. Por ello la preocupación de Mario Vargas Llosa y su  petición a votar por Keiko como “el mal menor”, incluso cuando en 2011 prefirió apoyar a Ollanta Humala sobre ella.

Sin embargo, el recién nombrado asesor económico principal de Castillo, Pedro Francke, ha dicho que no habrá “estatizaciones, expropiaciones, confiscaciones de ahorros, controles de cambios, controles de precios o prohibición de importaciones”. Ha prometido respetar la autonomía del Banco Central y vigilar el déficit. Por ahora, concretamente, propone subir los impuestos a la minería para aumentar los gastos sociales, pero queda mucho por definir y esto es importante. Francke, execonomista del Banco Mundial y cercano a la excandidata de izquierda Verónika Mendoza, proyecta una imagen de moderación.

¿Pero qué dice el propio Castillo? Además de un discurso social conservador, y su aspiración a cambiar la Constitución, en los otros temas su retórica ha ido de decir que “las empresas transnacionales están con las horas contadas” a que “la empresa privada extranjera es bienvenida con reglas claras”.

Pedro Castillo es ambiguo. Hasta ahora navegaba en las aguas ideológicas de Vladimir Cerrón con un discurso calcado del programa de Perú Libre, incluso llamaba a los medios “prensa basura”, exactamente como lo hace el programa del partido.

¿QUÉ LE ESPERA AL PERÚ?

En 1985, Alan García fue electo por primera vez con una plataforma de izquierda económica “heterodoxa” bajo el eslogan “solo el APRA salvará al Perú” y dejó una de las hiperinflaciones más grandes que América Latina había visto. Hoy Pedro Castillo repite que “solo el pueblo salvará al pueblo” y con razón cunde el miedo.

Sucede que en los últimos 30 años los logros del modelo económico peruano son innegables. Iván Alonso e Ian Vásquez recogen en 38 gráficas como “la prosperidad ha aumentado, la desigualdad ha caído y los pobres han visto elevar su nivel de vida” tanto en el campo como en las ciudades. El ingreso per cápita apenas aumentó de 1950 (4.402 dólares) a 1990 (5.738 dólares), pero luego de las reformas de mercado de los años 90, esta cifra aumentó 2,5 veces hasta llegar a los 14.123 dólares en 2019. Entre 1997 y 2019, la pobreza (% de la población ganando menos de 5,50 dólares al día) ha caído del 53,90% al 20,60% y la desigualdad (medida por el coeficiente Gini) del 53,3 al 41,5%. Y así con datos como la mortalidad infantil, la cantidad de doctores por regiones, el acceso al agua, instalaciones de saneamiento y electricidad, etc.

No es cierto que Pedro Castillo haya ganado porque el “modelo neoliberal ha fracasado” y hoy hay más desigualdad y pobreza. ¿Hay problemas? Sí. El sector informal es uno de ellos. Pero la victoria del candidato de Perú Libre se debe a sucesos puntuales más arriba mencionados: los casos de corrupción, la inestabilidad política, el lamentable manejo estatal del coronavirus y el voto antifujimorista. Se podría decir que, incluso con estos problemas, la sociedad civil fiscaliza al poder, la prensa cumple su rol inquisitivo y la justicia encarcela sin distingos de poder.

Resulta paradójico entonces que se quiera resolver con más Estado los problemas que causa el propio Estado. Citando a Octavio Paz, es el eterno regreso del “ogro filantrópico” latinoamericano.

Hay una oportunidad de que la nueva administración repita el camino de Ollanta Humala y que la moderación se imponga. Pero con un presidente que valora el régimen de Velasco Alvarado como “un buen gobierno en materia económica”, nada bueno se puede esperar. ¿Será ignorancia o testarudez ideológica de Castillo? Durante el gobierno intervencionista y colectivista de Alvarado y su junta militar, la inflación subió del 6% al 74%, se desplomaron los salarios reales y la productividad se estancó. La pérdida de PIB se lastró por los siguientes 20 años como afirma el propio Banco Central peruano.

Si Pedro Castillo abraza por completo el programa de Perú Libre, puede en uno o dos años haber cambiado la Constitución y así desmontar con paciencia y arrodillar las instituciones y poderes paralelos, tal como lo hicieron Evo Morales, Hugo Chávez y Daniel Ortega. O bien podría cerrar el Congreso si se precipita y encuentra frenos en el legislativo. A su vez, puede que el Congreso le destituya; después de todo, su partido es minoría con 37 de los 130 escaños. Los dos últimos escenarios ya ocurrieron recientemente con Martín Vizcarra. El país se sumiría en una crisis institucional más.

Tiene mucho que perder Perú si el lápiz y el martillo de Perú Libre terminan por instalarse en el Palacio de Gobierno.


Orestes R. Betancourt Ponce de León es Máster en Administración Pública por el Middlebury Institute of International Studies y especialista en desarrollo internacional