Rusia y China son dos países que se han apresurado a manifestar su voluntad de establecer relaciones diplomáticas con los talibanes. Ni sus embajadas en Kabul han sido cerradas, ni sus ciudadanos residentes en Afganistán evacuados. Para Moscú y Beijing, el escenario ideal sería uno en que perdieran tanto los talibanes como los estadounidenses. Que perdieran los talibanes porque temen que su gobierno sea permisivo con todo tipo de grupos paramilitares y terroristas islámicos, lo que inevitablemente desestabilizará la región de Asia central, donde ambos países tienen intereses económicos. Además, comparten una preocupación: la retirada estadounidense de Afganistán supone para EE. UU. más recursos y un enfoque más preciso en sus rivalidades estratégicas con China y Rusia, que Washington define como las mayores amenazas para su seguridad y defensa.
Rusia ha puesto en marcha su maquinaria oficialista de desinformación y propaganda: la principal lección que los afganos deben sacar de la retirada estadounidense es que los americanos siempre hacen lo mismo, usar a la gente para que trabaje para ellos y les ayuden, pero luego los abandona y los entrega al enemigo. Esos mensajes están más dirigidos a la población vecina de Ucrania y a los propios rusos prooccidentales que a los afganos. A pesar de la propaganda, el Kremlin no confía en que Washington abandone a todos sus aliados y deje de apoyar a las fuerzas prodemocráticas en los países del espacio postsoviético donde Rusia aspira a ejercer su influencia. A los ciudadanos rusos, la retirada estadounidense les recuerda el fracaso de la Unión Soviética en la guerra de Afganistán (1979-1989), que fue una de las principales causas del colapso del sistema comunista. Sin embargo, su retirada, en comparación con la de los EE.UU., fue mucho más ordenada.
Moscú cree que EE.UU. ha abandonado sus objetivos menos realistas: ser el policía global y el muñidor de la democracia universal. Pero, a pesar de la humillación sufrida, esta fortalece a Washington, que a partir de ahora se centrará en perseguir el objetivo que considera fundamental para su seguridad y defensa, esto es, la contención de Rusia y de China.
La caída de Afganistán ante los talibanes empeorará la seguridad de Rusia: la afluencia de extremistas y terroristas islamistas a Asia Central, en la inmediata vecindad de Rusia, preocupa al Kremlin desde hace mucho tiempo.
La propaganda China sobre la “derrota de Estados Unidos y Occidente” se vuelca en resaltar las consecuencias malignas y la pérdida de confianza en EE.UU. de sus aliados afganos, a los que ha abandonado, y de los europeos, con los que no ha consensuado la retirada.
Dos asuntos preocupan a China desde la caída de Afganistán en manos de los talibanes. La primera es que el país fácilmente se convierta en un vivero de una variedad inquietante de grupos paramilitares, porque tiene muchos intereses económicos (inversiones en infraestructuras) en la región, sobre todo en Pakistán y en otros países de Asia central. Beijing asumirá un compromiso diplomático limitado con los talibanes –cumplirá la promesa de realizar importantes inversiones y brindará asistencia a corto plazo al nuevo gobierno– pero poca cosa más, ya que Afganistán ha sido tumba de grandes imperios (allí fracasaron el Imperio Británico, el soviético y ahora los EE.UU.) y parece inteligente evitar caer en la misma fosa. Por tanto, China se prepara para una mayor confrontación con EE.UU. en la región del Índico y del Pacífico, escenario actual de su rivalidad más intensa.
Irán ha incrementado sus contactos con los talibanes a raíz de la retirada estadounidense en busca de algún tipo de acuerdo que garantice la paz en su frontera. Irán necesita un modus vivendi con los talibanes para frenar los flujos migratorios y el tráfico de drogas y armas a través de su territorio. A pesar de que la población iraní no simpatiza con los talibanes, detesta a los occidentales –particularmente a los estadounidenses– y mantiene con los talibanes intereses y vínculos económicos que han crecido a causa de las sanciones económicas occidentales.
Rusia, China e Irán se alegran de la derrota estadounidense, pero no deja de preocuparles la estabilidad de sus propios países y de la región, que sin duda se verá afectada por el poder que los talibanes han conseguido en Afganistán. En el gran Oriente Medio posiblemente se notará más presencia e influencia de estos tres países, a los que une su hostilidad hacia EE.UU. Sin embargo, y a pesar de la debacle en Afganistán, no hay que olvidar que Estados Unidos sigue siendo la potencia con más bases militares y capacidad militar en el mundo, y que suma más aliados que Rusia, China e Irán juntos.