EN EL LABORATORIO DEL DOCTOR SÁNCHEZ
A las puertas del 41º Congreso Federal del PSOE, ya se conoce la ponencia-marco que los delegados, sin duda, enriquecerán con sus enmiendas. No creemos que modifiquen, sin embargo, párrafos tan reveladores como este:
Hubo un tiempo en el que al Partido Socialista le bastaba con importar ideas de fuera. Nuestras personas mayores estudiaban con admiración las políticas que aplicaban los gobiernos socialdemócratas de Centroeuropa y Escandinavia y se afanaban por traerlas a nuestro país. Hoy, las tornas han cambiado. España ya no puede copiar, porque está a la vanguardia de la socialdemocracia europea. Es uno de sus principales baluartes y referentes. Uno de los laboratorios más exitosos de generar progreso. Esta posición de liderazgo implica una gran responsabilidad. Nos obliga a innovar y a acertar, porque somos nosotros y nosotras quienes tenemos que dibujar la próxima utopía socialista.
Más allá de su sabor freudiano –esa mención a “nuestras personas mayores” vale por una ejecución simbólica– está bien enterarse, por fin, de cómo entiende España el PSOE en 2024; ya sabemos, puesto por escrito, que los socialistas la conciben como un “laboratorio”. Siendo esto así, se permitirá que los españoles no afiliados –los conejillos de indias– apuntemos alguna consideración; concédasenos, al menos, un interés legítimo en puntualizar los experimentos de que se nos quiere hacer objeto.
UNA MODESTA PROPOSICIÓN PARA DIBUJANTES DE UTOPÍAS
Vamos a ello. Como ahora el socialismo –que dejó de ser “científico” en Suresnes– vuelve a ser “utópico” en Sevilla, las propuestas se rotulan como “imposibles” que alcanzar. Y está bien lo de “trabajar para vivir y no vivir para trabajar”, y suena ciertamente utópico lo de mejorar salarios sin dar palo al agua; algo más inquietante es ya lo de constitucionalizar el socialismo para hacerlo obligatorio (un poco más de audacia y trabajo en la ONU, y con melonadas progres hechas Derecho Humano a ver quién es el reaccionario que os tose, compañeros).
Sí, está bien la ponencia-marco. Sobre todo, es muy amena: gran idea lo de secuenciarla en frases cortas, a veces puros sintagmas, para prevenir la fatiga lectora (se nota, hay miedo a eso). Pero, compañeros, un flanco débil: está poco trabajada la parte de las comisiones ilegales, las mordidas en la contratación pública, el nepotismo, la frecuentación prostibularia, la colocación de queridas y amiguetes… en una palabra, la parte relativa al expolio del erario, cuando es de autoría progresista. Ojo, eso hay que apuntalarlo. Y es fácil, no hay más que “copiar y pegar” el Código ético y de conducta del PSOE del año pasado[1].
Desde aquí no tenemos inconveniente en señalar algunos párrafos. Siempre con ánimo constructivo:
En nuestro país y en el resto de Europa la crisis económica y los casos de corrupción de la pasada década reavivaron tensiones sociales y socavaron la confianza cívica en los responsables políticos y las instituciones, incrementando también la vigilancia y las exigencias de la opinión pública en cuanto a integridad personal y la coherencia ética de sus gobernantes. Ante esta situación, las y los socialistas asumimos con convicción y ambición de bien público la responsabilidad de lograr que la ciudadanía recupere la fe en la utilidad de la política y devolverle la confianza en el buen funcionamiento de la Democracia y en sus propios representantes elegidos, capaces de liderar a través del ejemplo y encarnar en sus personas y sus vidas los valores de su ideología.
Por ello, con la convicción y la conciencia de ser una organización histórica cuyos referentes lo han sido también de honestidad y coherencia, el PSOE exige su cumplimento a todas las personas y aquellas empresas con los que tiene relaciones económicas, en su ámbito de aplicación su cumplimiento, junto al compromiso de facilitar su divulgación. (…) Asimismo, el Partido promueve y exige la adopción de principios y valores semejantes a los del presente código entre sus proveedores, personas colaboradoras y terceros/as con los que mantenga relaciones contractuales, asegurándose de que los valores de estos no son contrarios al presente Código Ético y de Conducta.
Por favor, no puede olvidarse el punto 5.11. sobre
CONTRATACIÓN DE PROVEEDORES. Las contrataciones con proveedores que realice el PSOE se ejecutarán siempre conforme a las Instrucciones Internas en materia de Contratación que cumplen con los principios de publicidad, concurrencia, transparencia, igualdad y no discriminación, sin perjuicio, de las excepciones previstas y especialmente los supuestos de confidencialidad. A los proveedores del PSOE se les exigirá el respeto a los valores éticos y principios de actuación de este Código Ético excluyendo por tanto a las empresas que no cumplan con los mencionados principios o hayan realizado conductas contrarias a los mismos, y valorando especialmente aquellos que acrediten su cumplimiento. (…) Todas las personas pertenecientes al PSOE que participen en procesos de contratación con proveedores deberán actuar con imparcialidad y objetividad, de manera documentada, siguiendo criterios técnicos, económicos y de calidad de acuerdo con los procedimientos establecidos. Asimismo, el Partido comprobará la reputación y solvencia profesional de aquellas personas físicas o jurídicas con las que va a establecer relaciones comerciales mediante una homologación previa a la contratación del servicio.
Eso, por lo que toca a la elaboración documental del tema. En lo relativo al discurso y a la posición política, el presidente Sánchez ya acuñó el oxímoron clave cuando habló de “polarización asimétrica”. Porque hay polarizaciones y polarizaciones, y la de España, se nos dijo, es asimétrica. Como explicó el presidente: “unos insultan y otros somos insultados”.
En esto, su criterio es de experto: habla el primer candidato a la presidencia del Gobierno en llamar “indecente” a su rival; el primer candidato a la investidura en querer emparedar a la mitad del país tras un “muro” y proclamarlo como programa de gobierno. Sabe de lo que habla: “polarización asimétrica”. Pues lo mismo con la corrupción: “asimétrica”. Sería muy ultra reducir término tan politológico a la vulgar expresión de “ley del embudo”.
SOCIOS Y SENTENCIAS
Por otra parte, es tan fina, tan “jurídica”, la distinción de los socios del PNV entre aquella sentencia de 2018 sobre la Gürtel –toda una sentencia– y este rosario de imputaciones… Y, además, en euskera se dice igual, pero sin tilde: “asimetria”. Paso pues a lo asimetriko: censura de Rajoy, apoyo a Sánchez (una vez garantizadas las inversiones comprometidas, eso sí).
Cierto que, sentencia por sentencia, alguien podría aducir la del Tribunal Supremo de 2020, que calificaba como “arbitrarias e innecesarias” las expresiones de la Audiencia Nacional sobre la primera época de la trama Gürtel que sirvieron como detonante para la moción de censura contra Rajoy. Esa sentencia de 2020 recordaba, en referencia a la de la Audiencia de 2018, cómo la única responsabilidad del PP en el asunto era “civil y subsidiaria” y que, por tanto, “no puede afirmarse que el Partido Popular fuera autor de delitos de corrupción y prevaricación irregular”.
Y puntualizaba, a mayor abundamiento: “Si a alguien le ingresan en su cuenta corriente, aun sin saberlo, una cantidad de dinero que proviene de un ilícito penal, ha de devolverlo. Así de sencillo. Aunque no se hubiera enterado de nada. Incluso en los casos en que hubiera sido engañado”, añadiendo todavía: “son inocentes y esta Sala casacional no dice lo contrario. Sencillamente se ha demostrado que han recibido un dinero que provenía de un hecho ilícito que, por tanto, deberá ser devuelto”, sin ver “ni una gota de culpabilidad”.
Porque la condena como partícipe a título lucrativo, se insistía, “no solo es compatible con la buena fe y por supuesto con la inocencia, sino que presupone esta última”; precisamente por eso, solo se le exigió al PP responsabilidad civil y no penal. Siendo así que, desde 2015, existía ya el art. 31bis del Código Penal, para que las personas jurídicas pudieran ser objeto, como tales, de reproche penal. Desde 2015: fue una reforma del PP.
Como se ve, hay corrupciones y corrupciones, igual que hay sentencias y sentencias, como hay socios y socios. En esto, la “asimetría” sirve para aventar escrúpulos morales o jurídicos y hacer lo que más conviene. Que no le vengan al PNV con sentencias del año 2020. La del 2018 le sigue valiendo. Prior tempore potior iure, dirá.
Veremos si en el Congreso del PSOE se acuña definitivamente el concepto “corrupción asimétrica” para casos como los que sitian Ferraz, varios ministerios, Moncloa, y ponen cerco judicial al entorno más cercano del presidente del Gobierno. Cosas más escandalosas hemos visto. Rasgos de caradura moral más graníticos en tanto atleta de la hipocresía. Desde proclamar la bilocación de Sánchez como candidato y presidente –atributo sobrenatural que compartiría con San Alfonso María de Ligorio y otros místicos–, hasta la promesa de engrilletar de vuelta a España al prófugo con el que ahora se negocia la nación desde Bélgica o Suiza.
LA CORRUPCIÓN PROGRESISTA COMO “NADA DE NADA”
Por eso, tratándose de Sánchez y su séquito, no puede descartarse nada. Salvo una cosa: actuar, en algo, de forma similar a como hizo o haría el Partido Popular. ¿Por qué? Por aquello de la asimetría, naturalmente.
De esta forma, para los socialistas, combatir la corrupción o defenderse de las imputaciones de practicarla no es un ejercicio político, ni legislativo, ni nada de eso; es cuestión, como siempre, de “relato”, es decir, de volver a colocar a la opinión pública una nueva batería de trolas. Que nadie espere verles tomar decisiones efectivas.
No se tipificará como delito la financiación ilegal de los partidos políticos: eso ya lo hizo el PP; ni se endurecerán las penas de los delitos relacionados con la corrupción: también lo hizo el PP; ni se creará una Oficina de Recuperación de Activos para rescatar bienes que el corrupto esté obligado a devolver; ni se prohibirá que los bancos condonen deudas a los partidos políticos: ya está hecho; ni hace falta obligar a los partidos a presentar sus cuentas anuales al Tribunal de Cuentas: lo hacen tras determinarlo así un gobierno popular. Sin contar reformas sobre fraude fiscal, prevención del blanqueo de capitales, regulación del ejercicio del alto cargo…
Lo peor de la deprimente función barriobajera a que estamos asistiendo es que mina todavía un poco más la confianza de los ciudadanos en las instituciones. Por eso, todo gobierno digno de tal nombre no se dedicaría a escurrir el bulto o a improvisar mentiras en materia de corrupción, ni a magnificar unos casos en detrimento de otros atribuyendo color político al peculado; se aplicaría a estrechar los márgenes y dificultar las conductas irregulares, a mejorar los procedimientos de detección de tales conductas y a endurecer la sanción que merecen.
A quien le importa el buen funcionamiento de la vida pública, le interesa más colaborar en la erradicación de la corrupción que explotarla de forma partidista. La desafección ciudadana que provoca es un problema que resolver, no un estado de ánimo que poder explotar.
Pero, por desgracia, durante mucho tiempo, la izquierda ha mirado la corrupción –o las conductas machistas, por ejemplo– tapándose un ojo. Por eso su reacción ante “la viga en el propio” suele ser ridícula. Las destituciones son voladuras controladas y las “medidas de prevención” mascaradas autoindulgentes (¿cómo van los cursillos sobre “espacios de seguridad” anunciados por Sumar tras lo de Errejón?).
La deshonestidad tiene que ver con la naturaleza humana antes que con ninguna filiación política. Pero la exigencia moral empieza por la propia casa. Y aquí no “caerá esa breva”. Con el socialismo sanchista de algo sí estamos seguros: ninguna actitud sincera inspirará sus actos. Ni, por tanto, su próximo Congreso, del que solo puede darse por descontada la enésima teorización de la ley del embudo y una nueva ordalía polarizadora. En un cónclave sanchista siempre se hablará más de la derecha que de la izquierda. Ya se sabe, la asimetría.