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Sobre la carta de Kirchner al Papa y la edición electrónica de Carlos Rangel

Con cartas al Papa comenzaba, hace algo más de cinco siglos, la historia de América. Los Reyes Católicos y el Sumo Pontífice, que eran las partes involucradas en aquel correo, compartían entonces patria.

Autor de Más liberal que libertador. Francisco de Miranda y el nacimiento de la democracia moderna en Europa y América

 

Con cartas al Papa comenzaba, hace algo más de cinco siglos, la historia de América. Los Reyes Católicos y el Sumo Pontífice, que eran las partes involucradas en aquel correo, compartían entonces patria. La elección de Rodrigo Borja para la cátedra de San Pedro se había producido el 11 de agosto de 1492, una semana después de que zarpara Colón del puerto de Palos. Isabel y Fernando recibieron con disgusto las noticias del cónclave, pues el ambicioso y liviano prelado de Játiva no les merecía la mejor opinión. Sin embargo, tanto en Roma como en Valencia se festejó como un triunfo hispánico la ascensión de Alejandro VI, y durante la ceremonia de coronación los dos embajadores españoles tuvieron el privilegio de desfilar inmediatamente detrás de los cardenales. Al conocerse los hallazgos de la expedición colombina, la diplomacia de los Reyes Católicos contó con la profesionalidad de algunos de sus mejores hombres: el obispo de Cartagena, Bernardino López de Carvajal, que consiguió el famoso breve Inter caetera, por el que el vicario de Cristo adjudicaba los descubrimientos a la corona de Castilla; el virrey de Galicia, Diego López de Haro, que marchó a Roma en embajada extraordinaria, con una impresionante comitiva; o Garcilaso de la Vega, el padre del poeta, a quien el rey Luis XII de Francia llamaba “embajador de los Reyes y rey de los embajadores”.

Para la historiografía marxista-leninista, en aquellos arteros manejos entre cortesanos se gestó la política que luego ha determinado la vida del nuevo continente: el imperialismo. Según eso, la disposición del documento papal de “destinar varones probos y temerosos de Dios, doctos, instruidos y experimentados para adoctrinar a los indígenas y habitantes dichos en la fe católica e imponerlos en las buenas costumbres” disimulaba mal la codicia de una humanidad pervertida, que no podía enseñar nada a quienes vivían en un estado de felicidad y de bondad naturales. De aquí se sacan dos conclusiones: que la política latinoamericana debe consistir en buscar un Sonderweg, un “camino propio” concebido como alternativa a las “buenas costumbres” impuestas por la hipócrita cultura occidental; y que la violencia es un medio legitimado para hacerlo.

Hoy en día, sin embargo, es una república soberana del Nuevo Mundo la que comparte gentilicio con el jefe de la Iglesia. Y si representa un mentís para los restauradores de la virginidad americana el que un natural de las “Indias” dirija una institución radicalmente occidental, no es sólo el Papa Francisco quien debiera perturbarles, sino mandatarios como la presidenta argentina, que se llama Fernández de Kirchner y que rige los destinos de un Estado nacional, construido sobre los principios de la democracia liberal e inserto en el orden globalizado. Herencia toda, por desgracia para ellos, de aquel mundo de “buenas costumbres” al que Argentina no puede dejar de pertenecer.

Puede, eso sí, adoptar malas costumbres, y quienes lo pretenden han encontrado siempre un socorrido pretexto en el discurso antioccidental. Hoy más que nunca es necesario descubrir la metamorfosis “del buen salvaje al buen revolucionario” que Carlos Rangel denunció en un libro de igual título, publicado ahora por FAES en versión electrónica. La felicitación “heterodoxa” de Cristina Kirchner al Papa, sin respeto por el protocolo ni por la sintaxis, pone al descubierto aquel itinerario y demuestra que la presidenta recurre al argumento de la originalidad subversiva  para hacer irrisión de la majestad del Estado. Y si no la tiene en cuenta al redactar una carta oficial ─porque le parece “escrita de compromiso protocolario del siglo XIII” (sic)─, se comprende que las Cartas Magnas le resulten también un puro “bla, bla, bla”.