En los últimos días, la escalada de violencia contra Israel por parte de Hamás y de la Yihad Islámica ha ido acelerándose: primero se produjeron disturbios callejeros en el barrio de Sheikh Jarrah, Jerusalén Este, por el desahucio de unas familias árabes que no pudieron aportar documentos sobre la compra legal de las propiedades que habitaban. Luego, en Al-Aqsa, un grupo de manifestantes palestinos intentó linchar a un israelí. La policía israelí entró en la mezquita de Al-Aqsa para reprimir a los manifestantes violentos, que coreaban eslóganes como “¡Bombardea, bombardea Tel Aviv!” o “¡Con nuestras vidas, con nuestra sangre, te redimiremos, Al-Aqsa!”. En la “guerra de siempre”, como suele denominarse en la región el conflicto entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP), esta secuencia en el comienzo de hostilidades es ya típica. Hay decenas de muertos de ambas partes, aunque llama la atención que entre el 20 y el 30% de los cerca de 1.000 misiles lanzados por las milicias de Hamás hayan caído en Gaza, lo que demuestra que la población civil de la franja es su rehén. Los ataques terroristas contra Israel pretenden provocar una nueva guerra. El jefe de Estado Mayor israelí, general Aviv Kochavi, avisó a sus tropas de que deben prepararse para un conflicto de duración “indefinida”.
El principal motivo de los ataques de Hamás y de la Yihad Islámica a Israel es la tensión interna en la ANP provocada por la decisión de Mahmud Abás, el pasado 30 de abril, de retrasar las primeras elecciones legislativas palestinas en 15 años (las últimas se celebraron en enero de 2006). También estaba previsto que los palestinos eligieran un nuevo presidente, ya que Abás permanece en el cargo desde 2005. La existencia de dos gobiernos palestinos enfrentados entre sí, uno de Hamás en la Franja de Gaza y otro en Cisjordania de la Autoridad Nacional Palestina, sin mencionar la actividad larvada o pública de los grupos terroristas, dificultan los comicios democráticos. Los ataques a Israel han servido para desviar la atención de la población palestina y de la comunidad internacional respecto de la incapacidad de los dos gobiernos palestinos a la hora de negociar la convocatoria electoral.
Otro factor a tener en cuenta es el oportunismo de los terroristas, que intentan sacar provecho de la complicada situación política de Israel, donde no se ha conseguido formar un nuevo gobierno tras cuatro elecciones generales celebradas en dos años.
La respuesta del Ejército israelí ha sido contundente, pero, a diferencia de los ataques terroristas indiscriminados contra la población civil israelí, sus operaciones han intentado ser quirúrgicas, en la medida de lo posible, eliminando selectivamente a un buen número de cabecillas terroristas parapetados tras civiles palestinos.
En los próximos días sabremos si este nuevo conflicto entre Israel y los palestinos derivará en una guerra o en una desescalada hacia un alto el fuego (aunque no hacia la paz). Por ahora se confirma lo que ya sabíamos: que los palestinos suelen ganar las guerras de la opinión pública, a pesar de que Hamás y Yihad Islámica son grupos terroristas, y que, contra las presiones internas y externas de cualquier tipo, el Estado de Israel nunca renunciará al derecho (y al deber) de la defensa armada de su población.