Mira Milosevich es escritora y profesora del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset
Joseph Nye definió el poder en la estrategia política como la habilidad para influir en el comportamiento de otros con el fin de conseguir lo que uno quiere. Distinguió entre hard y soft power, especificando que el primero consiste en la amenaza y, llegado el caso, en el uso del poder militar, mientras el segundo tiene que ver con la capacidad pacífica para atraer, convencer o seducir. Sin embargo, en el caso de Rusia este paradigma no es suficiente para definir la forma de actuar del Gobierno de Vladimir Putin, tanto en los Estados vecinos –las antiguas repúblicas de la Unión Soviética– como en sus zonas de influencia (Europa del Este y los Balcanes).
La expresión rusa prinudit k druzhbe (“obligar a ser amigo”) data de la Rusia zarista, aunque la URSS lo ejerció con mucho mayor entusiasmo. A diferencia de los comunistas, el Gobierno de Putin, no usa el hard power para conseguir amistades; tampoco el soft power, sino la soft coaction: el chantaje –económico y político–, la corrupción y nuevas formas de presión, como la dependencia energética.
El anuncio por parte del gobierno ucraniano de Víktor Yanukóvich de que se dispone a firmar el tratado de libre comercio con la Unión Europea en la próxima cumbre de Vilna ha provocado el rechazo del Gobierno ruso. Este desacuerdo se ha convertido en sanciones comerciales concretas: la prohibición de importación de chocolates de Ucrania y de productos lácteos de Lituania (anfitriona de la firma del tratado), aunque estas medidas no son algo insólito (entre 2006 y 2013 estuvo prohibido importar vino de Moldavia y Georgia). Este tipo de chantaje comercial no se justifica con argumentos geoestratégicos, sino con la explicación de que los productos vetados perjudican la salud pública.
La reacción rusa se debe a razones tanto históricas como actuales: el primer Estado eslavo, el Rus de Kiev, fue el núcleo del imperio ruso. Después de la Guerra Fría, la Europa del Este ha quedado reducida a Ucrania, Moldavia y Armenia, tres Estados que son escenario de las tensiones entre Rusia y la UE por imponer su respectiva influencia. El acuerdo entre Ucrania y la UE significa que la propuesta estrella de Putin –la creación de la Unión Euroasiática entre Rusia, Bielorrusia y Kazajistán– para competir con la UE y servir de puente entre Europa y Asia, no tiene atractivo para Ucrania y carece de perspectivas de futuro si esta no se suma. Y, por descontado, demuestra que el soft power europeo resulta mucho más eficaz que la soft coaction rusa.
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