Idioma-grey

Una obsolescencia de la OTAN

Share on facebook
Share on twitter
Share on email
Share on whatsapp
Share on linkedin

Análisis de Enrique Fojón, investigador del Centro de Seguridad Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria


Alemania y la OTAN han subrayado la importancia que, para la seguridad a ambos lados del Atlántico, tiene el despliegue de tropas estadounidenses en territorio alemán después de que el presidente estadounidense Donald Trump anunciase el recorte de las estacionadas en el país europeo. Tanto el ministro de Relaciones Exteriores alemán, Heiko Maas, durante una visita a Varsovia, como el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en Bruselas, efectuaron declaraciones en contra de la medida.

Por su parte, el 25 de mayo, durante la reunión anual de los embajadores alemanes en Berlín, intervino Josep Borrell, alto representante de la UE para Política Exterior y Seguridad, haciendo una valoración del contexto internacional y esbozó la postura de la UE: El Brexit es beneficioso para el proyecto europeo, la UE debería adoptar una postura equidistante en el conflicto Estados UnidosChina y establecer cooperación con Beijing y Moscú, basada en el mutuo interés.

La cuestión es simple: ¿puede subsistir la queja de Alemania con la opinión del alto representante?, ¿preconiza la UE la desaparición de la OTAN?

Estos acontecimientos son los más recientes de una larga secuencia que tiene como denominador común las contradicciones propias de un desajuste estratégico. La transición desde la hegemonía estadounidense a la denominada “Competición de Grandes Potencias” fue un periodo relativamente corto y difícil de percibir para los actores europeos inmersos en una irresponsable “pereza estratégica”.

El verdadero problema surge porque el relativamente nuevo contexto geopolítico tiene su centro de gravedad entre Eurasia Central y el Pacífico Suroriental con el efecto de que la península europea es estratégicamente excéntrica y, por lo tanto, un teatro secundario. Estados Unidos ha trasladado su teatro de operaciones principal a la zona del Indo-Pacífico. Ello significa que la relación trasatlántica tendría que reconfigurarse según las nuevas realidades geopolíticas que configuran la ‘Competición’ y priman los aspectos económicos y tecnológicos, que habría que complementar con capacidades militares para una eventual confrontación. En resumen, hay que adoptar un enfoque geoeconómico.

Las consecuencias políticas y económicas de la pandemia vírica están aún por ver, pero se materializarán en la metamorfosis de la ‘Competición’ debido a factores como la reconfiguración de la naturaleza y el ejercicio del poder, la fragmentación de la globalización, la evolución de la sociedad, la carrera tecnológica y la batalla informativa. La entropía estratégica aumenta con la entrada de potencias como la India.

La relación entre ambos lados del Atlántico norte tiene que refundarse en base a las nuevas y cambiantes relaciones geopolíticas y geoeconómicas. Que un pequeño traslado de tropas sea motivo de controversia es, en las circunstancias actuales, símbolo de obsolescencia. La cuestión se relaciona con el cambio en la comunión de intereses en el que se basaba la Alianza.

¿Debe basarse la relación trasatlántica en una alianza militar entre Estados? Hay que reformular los fundamentos y armonizar los intereses de todos los aliados. Existen sólidos motivos para ello, pues la zona MENA, el Sahel y el Levante son zonas de gran inestabilidad de las que emanan potenciales amenazas sobre Europa y en particular sobre España. Además, la inestabilidad en el Mediterráneo, la creciente importancia del Ártico, la influencia china o las potenciales amenazas emergentes del Norte de África-Sahel, junto con el “revanchismo” ruso, dejan a la fachada atlántica como retaguardia de Europa.

La historia camina más rápida que el proyecto europeo y el resto del mundo no espera. Abandonar o matizar viejos paradigmas e incorporar otros nuevos es esencial. Si el futuro próximo viene determinado por el denominado “decoupling” de China y Estados Unidos, las consecuencias serán masivas, al quebrarse la hiperglobalización sostenida por el “coupling”.

Una nueva OTAN de naturaleza geopolítica/económica se presenta como un instrumento necesario para el futuro.