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¿Y si Hamas se rinde?

Anotaciones FAES 59

El catedrático de Ciencia Política y uno de los máximos expertos en terrorismo de nuestro país, Rogelio Alonso, acaba de publicar un artículo de extraordinario rigor académico  en la revista Studies in conflict and terrorism en el que analiza la “desconexión moral” que se ha producido respecto a las atrocidades perpetradas por la organización terrorista Hamás el 7 de octubre contra población civil israelí hasta el punto de que aquella brutalidad pretende quedar legitimada como un acto de resistencia.

La esterilización del lenguaje, la difusión de culpas, la “contextualización” de los crímenes de Hamás, la credibilidad sin apreciación crítica alguna que se otorga a la propaganda terrorista, empezando por la aceptación de que existe un supuesto ministerio de Sanidad regido por Hamás y la proliferación de falsas analogías que culminan en la infamia de “nazificar” al Estado de Israel. Lo acaba de hacer el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, en un foro tan cualificado como la conferencia de la Liga Árabe como lo hizo días atrás al referirse a Israel -no al gobierno de Netanyahu– como “Estado genocida”. Sí, se trata de una infamia tomada de la ultraizquierda antisemita a la que un tipo como Sánchez, carente de brújula moral y arrastrado por la demagogia más sectaria y oportunista, se apunta para seguir destruyendo la relación con el mundo judío y la posición de España. Porque a nadie deberían engañar los elogios rituales de la Liga Árabe que esconden la indiferencia, cuando no el rechazo y el hartazgo, de esos mismos países a lo que Hamás significa a y lo que significa como elemento desestabilizador.

En Gaza se está produciendo un conflicto de un gran coste humano. Para empezar el de las vidas masacradas por Hamás, el 7 de octubre, el de los rehenes, hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños, secuestrados, torturados y no pocos asesinados por quienes esperan culminar su macabro chantaje a Israel. Un conflicto de consecuencias humanas gravísimas porque una organización terrorista ha tomado a toda la población gazatí como escudo humano, escondiendo centros de mando en hospitales y escuelas, y despreciando, como siempre lo ha hecho, el destino de los cientos de miles de gazatíes detrás de quienes se escudan los jefes de Hamás para escapar a la legítima respuesta de Israel.

Sin embargo, en ese proceso de tomar al agredido como agresor, la presión se dirige contra Israel, la suerte de los rehenes se echa sobre las espaldas del Gobierno israelí y no sobre aquellos que los tiene secuestrados y quieren comerciar con su vida y su integridad. Hay puntual testimonio de las acciones del ejército israelí, pero, salvo fugaces imágenes, se olvida el animalesco sadismo de los terroristas de Hamás que han ejercido y ejercen sobre sus víctimas todas las formas de brutalidad y tortura inimaginables física, sexual y psicológica.

A diferencia de lo que proclama el tópico, las guerras no terminan en una mesa de negociación, sino cuando un bando gana y el otro pierde. Y en este conflicto Hamás tiene que perder. No es imaginable que Israel acepte que una organización terrorista, aliada de Irán, responsable de la peor masacre de judíos desde el Holocausto, tenga papel alguno en el futuro de Gaza, menos aún que de una u otra manera pueda recobrar el control de ese territorio. Israel tiene derecho a erradicar la amenaza de Hamás y a desmantelar sus capacidades. El profesor Alonso recoge en su artículo las palabras del anterior secretario de Estado de los EE. UU., Antony Bilnken, en las que recordaba que Israel en varias ocasiones había ofrecido a la dirección y a los terroristas de Hamás la opción de abandonar Gaza sin ser atacados”. ¿Dónde está el mundo?, se preguntaba Blinken, ¿dónde está el mundo para decir, sí, que lo hagan, que termine esto, que acabe el sufrimiento de la gente que vosotros, Hamás, habéis traído?

El conflicto debe terminar, sí. La sangría y las terribles condiciones que sufre la población civil tienen que encontrar remedio e Israel no puede desentenderse de la crisis humanitaria que se vive por más que quiera impedir que los terroristas de Hamás se beneficien de la ayuda humanitaria. Pero el remedio al que nadie alude, el que nadie menciona, para el que nadie pide que se ejerza presión consiste en que llegados a este punto Hamás se rinda. Se rinda incondicionalmente y deje paso a la reconstrucción de Gaza para la que no faltará compromiso internacional.