Cada vez que afloran las diferencias entre el PSOE y el PSC sobre la cuestión nacional, el PSOE propone a todos los españoles una reforma de la planta territorial del Estado en sentido federal.
Doctor en Ciencia Política. Profesor en la Universidad Rey Juan Carlos
Cada vez que afloran las diferencias entre el PSOE y el PSC sobre la cuestión nacional, el PSOE propone a todos los españoles una reforma de la planta territorial del Estado en sentido federal. La historia se ha repetido en Granada, sede de la última reunión del Consejo Territorial del PSOE. Ante la ambigua posición manifestada por el PSC ante el desafío soberanista liderado por CIU, el PSOE ha vuelto a proclamar su fe en el federalismo como principio de organización territorial del Estado.
Sin embargo, el federalismo dista mucho de ser la fórmula mágica que, cual bálsamo de Fierabrás, terminará con los problemas de articulación territorial del PSOE. Como se ha podido ver una vez más, los socialistas se vuelven a hacer la foto unidos en torno a la idea de una reforma de la Constitución en sentido federal para, acto seguido, volver a airear las hondas discrepancias sobre lo que cada barón socialista entiende por federalismo. Diferencias que llegan a su máxima expresión cuando se trata de homologar el federalismo del PSC con el del resto de los socialistas españoles.
Hágase notar que si bien el PSOE y el PSC comparten un mismo aire de familia socialista, son partidos distintos. Es más, son partidos que proceden de tradiciones ideológicas diferentes. Por tanto, cuando ambos partidos hablan de federalismo hablan de principios políticos distintos. El PSOE nunca ha sido un partido federalista –ya rechazó expresamente el federalismo en la II República–, sino un partido obrero de vocación nacional que nunca logró implantarse efectivamente en Cataluña, ni siquiera tras la Transición. La historia del PSC, por el contrario, es la historia de un partido que nace catalanista antes que socialista. El PSC hunde sus raíces en el nacionalismo de corte socialista de la Unió Socialista de Catalunya. Un partido, la USC, que nació, precisamente, de una escisión de la Federación Catalana del PSOE en 1924 por discrepancias habidas en torno a la cuestión catalana en la crisis de la Restauración. Va de suyo, por tanto, que para el PSC Cataluña es un sujeto soberano en pie de igualdad con España. Y así se explica que cuando el PSC habla de federalismo no hable de un Estado federal, sino de un pacto bilateral entre España y Cataluña como sujetos fundantes de un Estado confederal.
El PSOE lleva una década empeñado en el federalismo como la solución virtuosa entre “la tentación centralista y la tentación separatista”. En realidad, detrás de su apuesta federal no hay federalismo ninguno, salvo la urgencia de neutralizar a un PSC cada vez más catalanista asumiendo sus tesis políticas. Con ello, el PSOE demuestra que la única solución que es capaz de alumbrar para parecerse a un partido nacional pasa por forzar una reforma constitucional que acomode, precisamente, la planta territorial del Estado a la propia naturaleza de la relación entre el PSOE y el PSC. Es decir, no pudiendo hacer lo contrario, dando al Estado la forma del partido.