El socialismo francés ha muerto en dos fases. La primera, electoral, ha sido la abrumadora derrota –hasta la práctica aniquilación– cosechada en las recientes elecciones presidenciales bajo la candidatura del Partido Socialista de Anne Hidalgo. La segunda, muerte política, se certifica en el acuerdo de frente popular liderado por Jean Luc Melenchon de La Francia Insumisa. La propuesta estatista y radical de Melenchon tiene su público. Lo que resulta imposible de explicar de una manera mínimamente razonable es qué viabilidad podría tener semejante programa en una economía como la francesa donde el peso del sector público supera ya el 60 %.