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Los que han dejado atrás

El eslogan más recurrente de los prodigados por la propaganda gubernamental es ese que blasona de “no dejar a nadie atrás”. Siguiéndole el rastro se llega hasta la campaña de las elecciones autonómicas gallegas, en julio del año pasado. Pedro Sánchez lo formuló … Leer más

Todos los nombres del desastre

Todos los sinónimos de “catástrofe” o “desastre” se han agotado para calificar la retirada de Afganistán de las fuerzas de los Estados Unidos, acordada por Donald Trump al final de su presidencia y ejecutada de manera tan humillante e ineficaz por Joe Biden. Biden, por ser el último, ha sido el que ha apagado la luz, pero la salida de Afganistán estaba incoada con Obama, que marca la inflexión hacia el repliegue de los Estados Unidos de sus responsabilidades globales, y se plasma con Trump que, en mayo de 2020, pacta con los talibanes en Doha el final de la intervención aliada como expresión estratégica del “America first”.

Plomo en las alas

Por mucho que se insista en el relato de un Sánchez maestro en sucesivas reencarnaciones, su crisis de Gobierno, además de dejar heridas en los salientes, ha sido el reconocimiento de que su apuesta ha fracasado y de que, por mucho que quiera levantar el vuelo, en las alas lleva demasiado plomo.

Afganistán, el fin de la hegemonía

El fin de la presencia estadounidense en Afganistán señala el declive de sus aspiraciones de construir un orden de democracia universal. Es el símbolo del fin de la utopía que mantuvo la hegemonía estadounidense tras la Guerra Fría. Entre las sinergias que han dado origen a la “competición entre grandes potencias” podría incluirse el que ciertas naciones presentan culturas alternativas a un orden basado en normas. Si Occidente está en crisis es precisamente por las guerras culturales que mantiene en su seno. La aparente decadencia americana lleva consigo unas relaciones internacionales donde los valores no ocupan ya lugar decisivo y decisorio.