Legalidad y propaganda
¿Para qué ha ido a Barcelona el ministro de la Presidencia? La respuesta no es otra que la de pagar nuevamente el tributo político que los independentistas de su coalición exigen para mantener a Pedro Sánchez en el poder.
¿Para qué ha ido a Barcelona el ministro de la Presidencia? La respuesta no es otra que la de pagar nuevamente el tributo político que los independentistas de su coalición exigen para mantener a Pedro Sánchez en el poder.
La revista aborda en este número cuestiones como el auge de China en Latinoamérica, la guerra en Ucrania, la influencia de Europa como civilización, los populismos, la hispanofobia y la competencia de los partidos políticos en España, entre otros temas.
Conviene llevar buena cuenta del desprecio autoritario que está sufriendo la calidad democrática de nuestro país por obra del Gobierno y de quienes le apoyan, entre el silencio de los que se arrogan el papel de prescriptores de la democracia.
El debate se cierra en torno a una importante pregunta: ¿quién será elegido presidente de Francia, tanto por la izquierda como por la derecha? Estamos en un momento en el que la división progresismo-conservadurismo ya no funciona en la política mediática de masas. Vemos un choque de bloques en un momento en el que también aumenta la abstención. Si Francia quiere superar este choque de bloques deberá encontrar a un presidente constructor de mayorías, algo difícil de conseguir en este momento.
La apuesta diplomática del Gobierno español en favor de la tesis marroquí sobre el Sáhara augura dificultades para hacer de España la vía primera del suministro para el resto de Europa.
Solo desde la ignorancia, el delirio o el engaño se puede afirmar que el acuerdo secreto de Sánchez con Mohamed VI “beneficiará” a Argelia y al pueblo del Sahara Occidental. Pero tampoco beneficiará a España.
El Palacio Real de Marruecos era el primero en hacer saber a los españoles que nuestro Gobierno ha decidido suscribir la posición y las pretensiones de Rabat en el conflicto del Sáhara.
El nuevo presidente de Chile, Gabriel Boric, no ha tardado en cumplir con lo que parece haberse convertido en un ritual obligado de la nueva y viejísima izquierda populista iberoamericana: agraviar al Rey de España.